Hace no mucho tiempo (y hay cuestiones que permanecen hasta la actualidad) las mujeres eramos consideradas el sexo menor, simplemente por haber nacido con un cromosoma X en lugar de un Y. Sin embargo, la lucha de muchas de nuestras congéneres a lo largo de la historia ha contribuido a que el mundo sea un poco mejor para nosotras.
El sufragio universal no tiene ni 100 años, mi abuela, por ejemplo, tenía 12 años cuando se le concedió el derecho a votar en Uruguay. Muchas de las conquistas forman parte de la historia reciente y eso es lo que preocupa.
Aún en muchos países la violación, el abuso, el matrimonio adolescente, el castigo y la mutilación siguen siendo moneda corriente y la lucha continúa. Quienes tenemos la fortuna de vivir en países donde al menos quien te viola va preso o donde la violencia es combatida, aún tenemos que lidiar por ser discriminadas por ser mujeres, donde ser femenina es un rasgo de debilidad, donde sentirse linda es un demérito y donde un cuerpo bello es nada más que un bien de consumo. No hablemos de la brecha salarial, la cantidad de mujeres en cargos altos o las mujeres en la política, la diferencia es abismal.
Las mujeres no somos una minoría oprimida, de hecho, somos la mitad de la población y estamos consideradas como subalternas, algo que realmente no tiene sentido.
Está en nuestras manos construir una sociedad en la que podamos salir a la calle sin sentirnos indefensas porque a alguien se le ocurre que nos puede tocar, acosar o violentar. Debemos constriuir un mundo en el que podamos viajar solas, al igual que los hombres, sin sentirnos inseguras porque podemos ser atacadas.
Tomar conciencia de los problemas, reconocerlos y educar en soluciones e igualdad está el cambio para vivir en un mundo mejor.